De la misma forma que los adultos pueden sufrir y experimentar procesos depresivos, los niños también pueden sentir los efectos de la depresión. Al igual que los adultos, los niños están expuestos a cambios familiares, sociales, emocionales, o incluso una disposición genética que genere la aparición de trastornos emocionales. La dificultad en expresar las emociones o su inmadurez, son dos factores que les hace vulnerables a padecer este tipo de trastornos. Además influye su predisposición genética y en gran medida un entorno social y familiar con factores estresantes.
Hay determina das señales de alerta que nos pueden hacer sospechar la existencia de una depresión infantil. En los niños la depresión se suele caracterizar por presentar una pérdida de interés hacia el juego y las actividades escolares. Actividades que antes les resultaban placenteras, pierden ese factor gratificante y el niño deja de realizarlas, o las realiza sin ganas.
También puede suponer una señal que despierte nuestras alarmas, observar una falta de energía en el niño. Las manifestaciones constantes de cansancio o ver que pasa el tiempo sin jugar, o sin hacer nada, pueden ser un síntoma de que algo está pasando.
Por último, y quizá los más concluyente a la hora de sospechar que puede existir un trastorno del estado de ánimo en la infancia, es advertir cambios en el estado de ánimo del niño. Los cambios bruscos de humor se pueden manifestar con problemas del comportamiento, como irritabilidad, comportamiento agresivo o dificultades para controlar la ira. Más que el predominio de un estado emocional triste, que es más frecuente en adultos, la depresión en niños, suele relacionarse más con los síntomas arriba descritos, manifestando así una conducta que de primeras se identifica más con niños con problemas del comportamiento o maleducados que con el sufrimiento de una depresión.
Las manifestaciones de la depresión en los niños varían de unos niños a otros y a los síntomas generales arriba descritos se añaden otros muchos que también suelen estar presentes. Es muy frecuente que los niños acaben manifestando aislamiento social, dificultad para concentrarse, sentimientos de culpa y baja autoestima y cambios en el apetito.
La depresión infantil se convierte actualmente en un problema que puede detectarse y que debe tratarse con la mayor rapidez posible. Estar alerta ante los primeros signos, nos ayuda en la detección precoz del mismo y en establecer el tratamiento que más se adapte a las necesidades del niño. En dicho tratamiento la implicación de la familia es crucial para superar con éxito la enfermedad. Implicación familiar que debe materializarse entre otras cosas en que el niño se sienta respetado y querido durante todo el proceso.
Laura Requejo del Rio Licenciada en Psicopedagogía y especialista universitario en Terapia Cognitivo-Conductual en la infancia y la adolescencia. |